Observatorio Astronómico Ramón María
Aller
LA ESCUELA GALLEGA DE ESTRELLAS DOBLES
Por J. A. Docobo
Foto de una estrella doble
La estrella más próxima al Sol (Próxima Centauro) dista nada
menos que 4,3 años luz. Semejante distancia nos permite afirmar que el Sol es una
estrella aislada. No obstante, esta situación de aislamiento estelar no es compartida
por todas las estrellas, ya que en muchos casos estas aparecen asociadas en
grupos de dos, tres, cuatro,... etc. Actualmente se cree que tan sólo la mitad
de las estrellas están aisladas.
Un sistema binario o estrella doble puede definirse como un par
de estrellas físicamente asociadas por su mutua atracción gravitatoria,
describiendo consecuentemente cada una de ellas en torno a la otra una órbita,
de la misma forma que la Luna gira alrededor de la Tierra, o los planetas con
respecto al Sol.
Teniendo en cuenta la técnica utilizada en su descubrimento y posterior
observación, las estrellas dobles se clasifican tradicionalmente en tres tipos:
visuales, espectroscópicas y eclipsantes.
En las primeras su naturaleza como binarias es descubierta por
medios ópticos mediante la observación telescópica, ya sea directa a través del
ocular, utilizando la placa fotográfica, registros CCD o técnicas
interferométricas.
En otros casos en los que el telescopio no es capaz de resolver
el par en estrellas distintas, es posible descubrir el carácter binario
mediante observaciones espectroscópicas gracias a las variaciones de velocidad
radial medidas por el efecto Doppler-Fizeau. Son éstas las binarias
espectroscópicas.
Finalmente, en algunos pares, tampoco resolubles con el
telescopio, pueden observarse variaciones periódicas de su brillo aparente
debidas a la produción de eclipses. Tal hecho puede indicar la existencia de una
binaria eclipsante, también llamada fotométrica.
Al comenzar a estudiar las estrellas dobles visuales hay que
advertir que hay muchos casos en los que se ven dos estrellas muy próximas en
el firmamento sin que entre ellas exista relación física, son los llamados
pares ópticos. En ellos la proximidad entre las estrellas es sólo aparente
debido a un efecto de perspectiva.
Figura
1: Fotografía de una estrella doble
Una condición suficiente para admitir que una pareja de estrellas
forma una estrella doble visual es que se detecten cambios en sus posiciones
relativas al ser observadas en distintas épocas (ver Figura 1). En efecto, al
estar las componentes lo suficientemente alejadas entre sí, la dinámica del
sistema es equivalente a la del problema de dos corpos y, por lo tanto, cada una
de las estrellas describe una órbita en torno al centro de masas o, lo que es lo
mismo, si se toma una de ellas como fija (la más brillante), la otra describirá
la llamada órbita relativa en torno a ella.
Para situar cronológicamente el estudio de las estrellas dobles
visuales es preciso recordar que a comienzos del siglo XVII, Johannes Kepler había
enunciado las tres leyes que rigen el movimiento de los planetas y que
posteriormente, a mediados del mismo siglo, Isaac Newton estableció la
expresión de la fuerza que mantenía a los planetas en órbita, la famosa ley de
gravitación universal, pilar básico de la Mecánica Celeste.
Primeras estrellas dobles
En el mismo siglo
XVII, después de que Galileo Galilei utilizase el anteojo con fines
astronómicos, ya se disponía de medios ópticos como para poder separar algunas estrellas
dobles, y así fue. Aunque la primeira doble desdoblada como tal: Mizar (ζ-Ursae Majoris), se le atribuye a Giovanni
Battista Riccioli en 1650, no es descartable que el propio Galileo la observase
con anterioridad. A esta le siguieron otras varias, tales como θ-Orionis, τ-Arietis,
α-Centauri, α-Gemini,
etc... Aquí es necesario hacer hincapié en que lo único que se estaba descubriiendo
era que donde a simple vista se veía una estrella, con ayuda del anteojo
aparecían dos sen que por el momento se hiciese insinuación ninguna acerca de su
relación física.
En el año 1718, Edmund Halley descubre los movimientos propios de las estrellas.
Del hecho de que estos movimientos aparentes sobre la esfera celeste fuesen
distintos según los casos, se siguió que esto podía deberse a que realmente las
estrellas están a diferentes distancias de nosotros, con lo que se abandonó la
idea del cielo de las estrellas fijas que hasta entonces se aceptaba.
Así las cosas, los astrónomos del siglo XVIII se pusieron como objetivo poder
determinar las distancias a las estrellas, por lo menos a las más próximas.
El primer paso para calcular tales distancias era observar el movimiento
paraláctico, es decir, el reflejo del movimiento orbital de la Tierra en torno
al Sol. Según esto cada estrella debería describir aparentemente sobre la
bóveda celeste una minúscula elipse y esta elipse sería tanto más pequeña cuanto
más alejada estuviese la estrella de nosotros (ver Figura 2).
Figura 2: Movimiento paraláctico