Demarcacións, toponónimos, papeis, memoria. Sobre a división e control do territorio na Galicia moderna
Autores: Saavedra Fernández, Pegerto
Año: 2013
A Coruña, Real Academia Galega, 116 pp.
Palabra clave: división del territorio, jurisdicciones, cotos, partidos fiscales, parroquias, aldeas, paisaje agrario, propiedad de la tierra, foros, apeos, catastro, cartografía, resistencias campesinas, Galicia, Edad Moderna.
URL: http://www.realacademiagalega.org/documents/10157/7f5bf87a-83e8-4699-9451-9b9478873b5e
La complejidad de la división del territorio causó admiración y problemas a los oficiales de la administración real, a la nobleza y a las instituciones eclesiásticas en cuanto titulares de grandes patrimonios, y en general a quienes deseaban conocer con cierto detalle el Reino. La fragmentación del espacio en jurisdicciones y cotos, partidos fiscales y parroquias, circunscripciones que no coincidían unas con otras y que son el resultado de la vigencia de una pluralidad de poderes (señorial, real, eclesiástico); un hábitat formado por cerca de 30.000 aldeas, mal comunicadas la mayor parte de ellas; unas tierras de cultivo repartidas en minúsculas parcelas que podían mudar de posesor de un año para otro, pues las tierras eran «transeúntes»; el hecho de que la única lengua que conocían y usaban los campesinos no fuese la misma que se empleaba en la administración y en general en la escritura, lo que favorecía que hubiese una intensa vida comunitaria, de carácter oral, al margen del mundo oficial, y que los aldeanos pudiesen escusarse de colaborar con las autoridades, argumentando que no entendían de cuentas ni papeles… Todas estas realidades constituían muros que los agentes externos a las comunidades campesinas no siempre eran capaces de cruzar, y de ello quedan abundantes pruebas en críticas a la división del Reino en jurisdicciones y cotos, y en partidos fiscales, calificada de caótica; en las dificultades para elaborar una cartografía detallada a nivel local; en los problemas que encontraban los nobles y las instituciones eclesiásticas para realizar apeos, documentos trabajosos y que al poco tiempo, por obra de los rápidos cambios en el paisaje y de la malicia campesina, perdían validez; en los esfuerzos que conllevó concluir el Catastro de Ensenada, cuyas operaciones exigieron escribir unos 3.000.000 de folios (y el doble de páginas) para describir unos 29.000.000 de parcelas; y en los conflictos que tuvieron que enfrentar los monasterios en el XVIII para identificar las tierras cedidas en foros antiguos. A la postre, solo la comunidad rural conocía en detalle un paisaje que cambiaba continuamente, cada vez más humanizado por obra del trabajo de innumerables generaciones, y que hoy constituye un patrimonio, del que forma parte la toponimia menor, amenazado, cuando no en estado ruinoso.