Esta edición de la poesía de Quevedo se basa en la publicada en dos tiempos —1648 y 1670—, con un título poco indicativo para los lectores de hoy pero familiar para los de entonces: El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve musas castellanas. No fue redactado por Quevedo, pero refleja su deseo de imprimir sus poemas siguiendo una determinada ordenación temática en nueve secciones, con sus respectivas referencias mitológicas. Se respetó ese diseño editorial hasta finales del siglo XIX pero se abandonó durante el XX, por razones nunca justificadas. En nuestra edición hemos vuelto a la disposición y sentido de 1648/1670, respetando el designio del poeta. Completamos su contenido con una “musa décima” en la que se recogen los poemas de Quevedo publicados en otros lugares, en forma manuscrita o impresa.
En 1877 Florencio Janer amplió su edición de El Parnaso español y Las tres musas últimas con una “adiciones a las Musas” que incluían 80 poemas procedentes de distintos manuscritos e impresos, no siempre de autoría segura. En 1932 Astrana Marín incrementó las adiciones de Janer con 130 poemas, varios de los cuales eran inéditos. Lo hizo tomando en consideración testimonios no atendidos hasta entonces, como la colección de Poesías varias de grandes ingenios, de José Alfay (1654) o el manuscrito M-139 (olim 108) de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. Quedó así fijado un corpus poético quevediano más amplio, que fue seguido muy de cerca por Felicidad Buendía en 1958. Sobre estas bases trabajó José Manuel Blecua (1969-1981), quien descartó las atribuciones menos fiables de Astrana a la vez que dio a conocer otros doce poemas localizados en diversos manuscritos. Apoyándonos en la experiencia de los eruditos mencionados, recogemos en la que hemos denominado “musa décima” aquellos poemas no impresos ni en 1648 ni en 1670 que, en el estado actual de nuestros conocimientos, se consideran de autoría quevedesca. Completamos esa relación con otra, más breve, de composiciones atribuibles.
El sintagma edición crítica implica un conjunto de tareas y objetivos que varían con cada obra. En el caso de la poesía quevedesca habría que deslindar cuatro operaciones: 1) autoría y, complementariamente, fecha de redacción; 2) ordenación macro y microestructural de sus poemas; 3) determinación de la versión final cuando hay variantes de autor; 4) elaboración de un estema para los poemas que lo requieran. Dejando de lado el azaroso apartado primero, en el caso de Quevedo las decisiones ecdóticas más importantes atañen a los puntos 2) y 3), pues son escasos (aunque ocasionalmente complejos) los poemas que deban pasar por el tamiz lachmanniano. El presente trabajo no se presenta como una edición crítica, pero aborda los problemas indicados en 2 y 3, en los que reside lo esencial del estudio ecdótico de la lírica quevedesca. Tal tarea se llevará a cabo en el marco de una colección diferente de la que impone la serie Castalia Maior, donde ahora se ha publicado.