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Presentación

Presentación del proyecto. Estado de la cuestión, hipótesis y objetivos

Estado de la cuestión

Existen dos temas de actualidad en el panorama filosófico internacional de corte analítico que, aunque estrechamente relacionados entre sí, no siempre se hallan vinculados en la literatura especializada: la llamada ingeniería conceptual y el desacuerdo. Y ello porque ambos temas pueden tratarse legítimamente de forma independiente. Sin embargo, es una de las hipótesis de trabajo del presente proyecto que un tratamiento conjunto de los dos temas resulta no solo deseable, sino que además está justificado desde el punto de vista filosófico y guarda relación directa con los recientes debates sobre el carácter, estatuto y metodología de la ontología y su relación con otras disciplinas, tanto filosóficas como científicas (cf. Chalmers et al. 2009, Mumford y Tugby 2013, Ross et al. 2013, Tahko 2015, Humphreys 2016, Sider 2020). No solo eso, sino que estos debates, al producirse también en ámbitos que atañen a la ontología y epistemologíasociales, afectan a nuestra concepción e intuiciones acerca de conceptos como raza, etnia, género, identidad sexual, propiedad, obra de arte, clase social, ley, nación o institución de cualquier tipo (cf. Goldman & O’Connor 2021). En discusiones metaontológicas acerca del carácter descriptivo vs. revisionista de la ontología (cf. Strawson 1963, Haack 1979, Xhignesse 2018), es más fácil encontrar una tendencia natural a aceptar el revisionismo cuando se trata de génerossociales[social kinds], como los acabados de mencionar, que cuando se trata de supuestos géneros naturales [natural kinds], dado que se suele entender que los primeros son construidos, dependientes de la mente, y posiblemente cambiantes a nivel de significado y referencia, y los segundos no. Es otra de las hipótesis de trabajo del presente proyecto la idea de que existe otra posibilidad digna de ser explorada, a saber, la de que también los supuestos géneros naturales, como aquellos que tratan las teorías científicas con contenido empírico, pueden ser vistos como entidades artefactuales construidas o constituidas. Según esta idea, no existiría una verdadera diferencia entre dos supuestas categorías, natural y artefactual, sino que ambas podrían verse como constituidas. Esto estaría en consonancia con concepciones constitutivistas sobre los géneros relevantes para la ciencia como las defendidas por Kuhn o Hacking y también con aquellos que mantienen posiciones próximas al llamado “construccionismo social” en relación con conceptos socialmente relevantes. A veces, sin embargo, y como recuerda Haslanger (2012, 5), se interpreta que decir de algo que es “constituido” o es meramente una “construcción social” es restarle realidad o convertirlo en algo ilusorio, pero no tiene por qué ser así, dado que esas entidades constituidas pueden tener también un carácter objetivo y podemos predicar de ellas que son perfectamente reales (al menos desde una perspectiva deflacionista). De hecho, estos enfoques, y esta es una tercera hipótesis de trabajo en este proyecto, pueden, a su vez, favorecer una concepción deflacionaria de la referencia y de la verdad, por un lado, y de la existencia, por otro. Aunque algunos autores, como Thomasson (2017), pretenden que estas formas de

deflacionismo están estrechamente vinculadas, al punto de implicarse mutuamente o de formar un todo coherente, existen también sospechas de que la pretendida relación de implicación no se da (Marschall y Schindler 2021). La posición inicial que se pretende defender en este proyecto es favorable a la hipótesis de una interdependencia entre las cuestiones semánticas y las ontológicas (de ahí que se hable de una perspectiva ontosemántica deflacionista). Es, en todo caso, el deflacionismosobrela noción de existencia el más relevante en el presente contexto. Si abrazamos una posición deflacionista a nivel metaontológico, ocurre que la existencia de entidades que caigan bajo estos conceptos constituidos se convierte en algo no substantivo y dependiente de las teorías y esquemas conceptuales que hacen uso de esos conceptos (o, más bien, de las expresiones para hablar de los mismos). La pretensión realista de dar un sentido descriptivo y, en última instancia, dependiente del mundo (no de la mente) a las afirmaciones de la ontología quedaría así desbancada y, con ello, el sentido de “ontología fuerte” [hard ontology] favorecido por autores como van Inwagen (2001, 2014) o Sider (2001, 2011) resultaría inaplicable aquí. Lo que se precisaría más bien sería el recurso a ontologías deflacionarias como las defendidas por Thomasson (2015), Rayo (2011) o Linnebo (2018) y, en general, por todos aquellos que invocan la obra de Rudolf Carnap (1950a), con la noción de marco lingüísitico y la distinción externo/interno, como piedra de toque para dar un sentido “internalista” a las afirmaciones ontológicas. En concordancia con el propio Carnap y con lo dicho más arriba, este carácter deflacionario se estaría afirmando no solo de los conceptos relacionados con entidades paradigmáticamente abstractas (como números, propiedades o proposiciones, por ejemplo), sino con todo tipo de conceptos, incluso aquellos ligados con nociones ordinarias, como la noción de objeto material observable. Sería también el caso, por supuesto, de los propios géneros sociales de los que comenzamos hablando y que constituyen el objeto de estudio de la ontología social.

En años recientes, en el campo de la ontología social, ha cobrado fuerza una forma de análisis filosófico que Sally Haslanger (2006, 2012) ha llamado “mejorativo” [ameliorative analysis] y que, recientemente, Dutilh Novaes (2020a) ha relacionado con el concepto de elucidación [explication] carnapiano (cf. Carnap 1950b) (cf. tb. Capellen 2018, 11). La idea original de Haslanger es que la ontología social no puede tener solo una función descriptiva, dado que usualmente trata de conceptos con respecto a los cuales mantener una concepción u otra tiene serias implicaciones éticas y, a menudo, también políticas. No se puede tratar meramente de analizar el sentido que le damos a términos como “raza” o “género” ni de favorecer las intuiciones que pueda tener una determinada comunidad con respecto a su uso y significado, sino más bien de qué conceptos deberíamos tener de ellos y en qué deberían mejorar (si es que en algo) nuestras concepciones e intuiciones con respecto a su uso y significado. De ahí que algunos autores hayan hablado también de “ética conceptual” (Burgess and Plunkett 2013). Por su parte, e influido por Karl Menger, Carnap planteó la idea de “elucidación” como una forma de reemplazo, con ayuda del análisis lógico, de un concepto poco claro, ambiguo y originador de dificultades por otro más precisoyexactoquesirvieseapropósitos científicos, pero que aún tuviese una similaridad relativa con el explicandum (i.e. el concepto a explicar). Así, por ejemplo, Carnap (1950b) propone su sistema lógico inductivo como una elucidación del concepto ordinario de probabilidad y también como una “reconstrucción racional” del razonamiento probabilístico. No se pretende una sustitución de los conceptos ordinarios a todos los efectos, sino solo para servir a ciertos propósitos técnicos. En este sentido, la crítica de Strawson (1963) al concepto de elucidación carnapiano es cuestionable y requiere de muchas matizaciones, empezando con la constatación de que la propia concepción de Strawson está más de acuerdo con un proyecto naturalista. En el fondo, lo que Strawson estaba poniendo en cuestión era el propio cometido de revisabilidad del análisis y de su relevancia para la ontología, como ha apuntado la propia Dutilh Novaes (2020a, 1029).

A partir de aquí, se puede señalar, siguiendo a la misma autora (Dutilh Novaes 2020a, 2020b), que la idea de elucidación carnapiana tiene muchos puntos en común con la idea de análisis

defendida por Haslanger y también con la idea de “ingeniería conceptual” [conceptual engineering] (Blackburn 1999, Floridi 2011, Eklund 2015, Capellen 2018, Burgess et al. 2020, Chalmers 2020, Isaac 2021a, 2021b, 2021c), que constituye un auténtico tema emergente en la literatura filosófica actual. Según Capellen (2018), su principal objetivo consistiría evaluar y mejorar nuestros mecanismos representacionales, incluyendo por supuesto nuestros sistemas conceptuales. Por su parte, Chalmers (2020) define la ingeniería conceptual como el diseño, la evaluación y la implementación de conceptos, distinguiendo entre la ingeniería conceptual de novo (cuando se presenta un nuevo concepto o programa) y la re-ingeniería conceptual (cuando se trata de revisar un concepto ya disponible y que, por diversas razones, resulta aconsejable replantearse). El propio Chalmers admite que, en parte, la ingeniería conceptual ha sido parte de la tarea de los filósofos prácticamente desde los orígenes, pero hay que recordar que no todos los proyectos que hoy se relacionan con la denominada ingeniería conceptual tienen un valor meramente descriptivo (como es el caso, por ejemplo, del análisis conectivo de Strawson), sino que en ellos el análisis filosófico adquiere, como en Carnap, una dimensión netamente reconstructiva (frente a las modalidades denominadas “decomposicional” y “regresiva” del análisis, cf. Beaney 2021). Muchas veces este carácter reconstructivo viene guiado por razones lógicas y epistémicas, pero también puede venir guiado por razones éticas, políticas y sociales. En primer lugar, puede afirmarse que el proyecto es semántica y ontológicamente revisionista en tanto que propondría reconceptualizar conceptos que forman parte de nuestro acervo ordinario con la finalidad crítica de poner en cuestión usos defectuosos, impropios o que necesitan ser revisados por razones epistemológicas, éticas o sociales, de modo tal que incluso nuestras intuiciones acerca de lo que existe y de si existe o en qué sentido existe podrían resultar modificadas. En segundo lugar, y dado que entre las razones existentes para revisar un concepto se encuentran las éticas, sociales y políticas, la ingeniería conceptual puede tener, o al menos en parte se pretende que tenga, consecuencias en términos de la mejora de la propia comunidad o sociedad cuyo sistema conceptual es objeto de dicha ingeniería conceptual, corrigiendo, por ejemplo, posibles prejuicios o intuiciones equivocadas, aunque frecuentemente compartidas.

Surgen, sin embargo, varias objeciones posibles. Primero, si consideramos la tesis de que los conceptos tienen sus respectivas intensiones y extensiones esencialmente (Capellen 2018 discute esta objeción tomándola de Mark Richard), entonces el propio proyecto de ingeniería conceptual como revisión de conceptos quedaría cuestionado. La respuesta ha sido aquí redefinir la tarea de la ingeniería conceptual como una revisión más de nuestras maneras de hablar sobre un tema que sobre conceptos (Capellen 2018, 104). Por otro lado, hay que notar que el proyecto de ingeniería conceptual no se compromete necesariamente con una concepción concreta de los conceptos (así elpropioCapellen2018, quien de hecho no ve la necesidad de apelar a conceptos para caracterizar adecuadamente el proyecto). Gustavo Isaac (2021a) ha caracterizado el proyecto como una tarea de revisión de conceptos psicológicos entendidos como funciones múltiplemente realizables. Y Thomasson (2021), como una discusión más acerca de expresiones (y no conceptos) como tipos de artefactos culturales abstractos. En una línea parecida a la de Thomasson, Löhr (2021) ha argüido que es mucho más correcto entender el proyecto de ingeniería conceptual como concerniendo a compromisos lingüísticos más que a mecanismos representacionales o conceptos. Por su parte, Koch (2021) ha criticado igualmente el psicologismo y el semanticismo que está detrás de las formas usuales de entender el proyecto de ingeniería conceptual, insistiendo en que los conceptos que son el objeto del proyecto deben ser entendidos como teniendo dos contenidos interrelacionados: el referencial y el cognitivo. Estas son posibles salidas que el presente proyecto pretende contemplar y discutir. Otra objeción podría ser hasta qué punto la ingeniería conceptual, incluso si es posible, puede tener como consecuencia mejoras en la propia sociedad y sus mecanismos cognitivos. Esta objeción no sería, entendemos, tanto contra el propio proyecto como contra una peculiar manera de entenderlo, bien entendido de que los resultados que la tarea analítica pueda comportar en la mejora de la sociedad dependen de múltiples factores, y no solo

de la corrección del análisis. Más enjundiosa resulta la crítica basada en la idea de disputa verbal. Si entendemos el proyecto como un intento de revisión de palabras, más que de conceptos, quizá muchas de las discusiones generadas en torno al uso de las expresiones pueden terminar viéndose como meras disputas verbales y no como genuinos desacuerdos acerca de ciertos conceptos, intuiciones, tesis o sistemas. Cuando Haslanger, por ejemplo, propone revisar la noción de raza o género de cierto modo, con el objeto de capturar ciertos usos actuales considerados más correctos o deseables, podemos entender que el objeto que se persigue podría satisfacerse meramente con laintroduccióndeotraexpresión, con otro significado distinto. Se podría considerar, con Capellen (2018, 103), que el proyecto de ingeniería conceptual no tiene por qué aceptar esta consecuencia dado que el cambio buscado no es un mero cambio terminológico y dado que se puede aceptar que el significado de ciertas expresiones cambie sin que cambie el fondo de lo que se quiere hablar. Podemos aceptar, por ejemplo, que el significado de términos como “conocimiento”, “creencia”, “libertad”, “matrimonio”, etc., pueda sufrir cambios, sin que cambie de hecho el tema [topic] del que queremos hablar y que es el objeto de debate.

En relación, pues, con la ingeniería conceptual, planteamos las siguientes hipótesis de trabajo. En primer lugar, que el proyecto es asumible como parte de la tarea reconstructiva y, siguiendo a Haslanger, “mejorativa”, del análisis filosófico, y que tal tarea se puede caracterizar como un proyecto que atañe a las palabras (entendidas como artefactos culturales abstractos) y a las concepciones que hay detrás de las mismas (entendidas igualmente como artefactos abstractos y no como entidades psicológicas). En este sentido, desde una concepción artefactualista que evita el psicologismo, podemos hacer frente a objeciones como la de Machery (2021), que se centra en los aspectos psicológicos que dificultan la idea de un cambio de concepto como el que se propone desde los enfoques de ingeniería conceptual. En segundo lugar, que una interpretación “internista” y deflacionaria (con respecto a las nociones de existencia, verdad y referencia) del proyecto de ingeniería conceptual, a la cual hemos aludido en nuestra tercera hipótesis de trabajo, es no solo coherente, sino que cobra todo el sentido cuando se combina con el artefactualismo.

La cuestión de la revisión del lenguaje y de los conceptos nos conduce directamente al tema de los desacuerdos y las disputas a nivel ontológico y epistémico, el otro gran tema que pretendemos abordar en el presente proyecto, siempre en conexión con el primero. El desacuerdo, como fenómeno relacionado con la interacción lingüística, social y epistémica, es uno de los temas más abordados en el actual panorama filosófico. Así, por ejemplo, como fenómeno epistémico se discute hasta qué punto el desacuerdo racional afecta a nuestros creencias y actitudes cognitivas en general. Pares epistémicos que, tras una interacción, mantienen creencias contrarias con respecto a una cuestión ¿cómo deben reaccionar? (Frances y Matheson 2018, Christensen & Lackey 2013, Feldman & Warfield 2010, Christensen 2007 and 2009, Elga 2007, Kelly 2005). En el ámbito de la filosofía del lenguaje, al menos desde las contribuciones de Kölbel (2003, 2004) y MacFarlane (2007), la noción de verdad relativa y la semántica de las oraciones y expresiones de gusto ha centrado gran parte del debate (cf. tb. Kölbel & García-Carpintero 2008 y MacFarlane 2014). En la escena metacientífica, parte de la discusión sobre desacuerdo se ha focalizado en torno a la cuestión de la (in)comensurabilidad y comparabilidad entre teorías científicas (en un debate básicamente abierto desde Kuhn 1962/1970 y 1983/2000 y continuado, entre otros, por Sankey 1994 y 2009, Falguera 1998 y 2012, Bird 2007, Wolf 2007, Soler et al. 2008, Stillwaggon y Bruce 2011, Falguera y de Donato 2016), pero también en la cuestión del consenso vs. disenso (Laudan 1984, Ackermann 1986, Longino 1994 y 2002, Kim 1996, Grebowicz 2005, Moore y Beatty 2010, Miller 2013 y 2019) y en la naturaleza y el tratamiento de las controversias científicas, tanto a nivel teórico como a nivel pragmático (Engelhardt y Caplan 1987, Dascal y Freudenthal 1998, Machamer et al. 2000, Dascal y Boantza 2011, de Donato y Zamora 2014). No es tan usual, sin embargo, tratar al desacuerdo como fenómeno mental. ¿Cuáles son, por ejemplo, las condiciones cognitivas para poder estar en desacuerdo? ¿En qué consiste que dos sujetos/agentes estén en desacuerdo con respecto a una creencia/una acción?

Una tesis que parece mantenerse por defecto es que el desacuerdo presupone únicamente compartir la referencia de los términos implicados en la disputa y que el desacuerdo se produce únicamente en el plano extensional, en la forma de una “no cotenibilidad” [non-cotenability] referencial de los contenidos proposicionales de las actitudes que entran en conflicto (cf. MacFarlane 2014). Sin embargo, esta pretensión ha sido puesta en duda recientemente en Verdejo y de Donato (2021). La cuestión de cuáles son las condiciones que definen a dos sujetos como estando en desacuerdo sigue, al parecer, en pie. ¿Cuándo estarían dos sujetos en desacuerdo genuino y no en una situación de desacuerdo aparente, provocada solo por una mera disputa verbal? (cf. Chalmers 2011, Belleri y Palmira 2013, Marques 2014 y 2015, Verdejo 2016, Palmira 2017 y 2018). Una segunda cuestión estaría relacionada con la legitimidad (a nivel epistémico) del desacuerdo y con las posibilidades de reacción frente al mismo.

Pero, ¿qué relevancia guarda el tema del desacuerdo para la discusión en torno a la ingeniería conceptual? En primer lugar, autores como Plunkett y Saundell (2013, 2021) y Plunkett (2015), al tratar de fenómenos como el desacuerdo moral, han argüido que la negociación metalingüística (i.e., la discusión razonada de cómo usar ciertos conceptos y qué expresiones resulta más apropiado usar y en qué sentido) es un modo habitual de expresar el desacuerdo, en concreto acerca de términos normativos y evaluativos. Esta visión, según ellos, es compatible con una situación de desacuerdo genuino. En este sentido, el debate de la llamada “ética conceptual” (Burgess y Plunkett 2013) queda indisociablemente ligado al proyecto de ingeniería conceptual, tal y como se lo entendió más arriba. Sin embargo, algunos autores, como Capellen (2018, 173), consideran que el proyecto de ingeniería conceptual que ellos defienden no puede verse como un proceso de negociación metalingüística, contra Plunkett y Saundell. En segundo lugar, los debates de ingeniería conceptual a nivel ontológico y metaontológico están asimismo relacionados con las disputas metafísicas en torno a la (in)existencia de una cierta entidad y a su supuesto carácter genuinofrente a meramente verbal (Hirsch 2011, Chalmers 2011, 2020, Thomasson 2015 y 2021). Una tendencia difícil de resistir ha sido la idea de que, si entendemos existencia (y, a fortiori, significado y referencia) en un sentido deflacionario, los desacuerdos ontológicos desaparecen y se vuelven meras disputas de palabras. Si, por ejemplo, siguiendo a Carnap mantenemos que la existencia de una entidad se predica solo internamente a un marco lingüístico, ¿cómo podemos dar sentido a que hay un desacuerdo genuino entre marcos? Así, Hirsch (2011) ha llegado a mantener que muchas disputas metafísicas son meramente verbales, aunque, para la definición de disputa verbal, ha establecido criterios basados en la aplicación de un principio de caridad que pueden ser cuestionados. Obviamente, esta tesis no es compartida por todos aquellos que creen que las disputas metafísicas tradicionales son perfectamente genuinas y no meramente lingüísticas, convencidos como están de que hay hechos metafísicos, independientes de la mente, que hacen verdaderos o falsos nuestros enunciados relativos a lo que existe. Pero, incluso si se niega un carácter sustantivo a las afirmaciones ontológicas, y esta es una nueva hipótesis de trabajo, se puede dar sentido a la idea de que las disputas en ontología no son meramente verbales. Según Thomasson (2015, 29 y ss.), el enfoque carnapiano no depende del carácter meramente verbal de las disputas ontológicas (ni de la tesis de la variancia de significado del cuantificador existencial usada por Hirsch, aunque conviene recordar que la tesis de la variancia de significado del existencial y la tesis de que las disputas metafísicas son meramente verbales son lógicamente independientes; cf. Tahko 2015, 52). Las disputas ontológicas pueden tener un carácter pragmático y es posible arbitrar entre ellas sin abrazar en ningún momento la idea de que hay hechos en el mundo que pueden hacer verdaderos o falsas nuestras afirmaciones acerca de lo que existe. Un mejor análisis de qué condiciones se deben reunir para que una disputa sea genuina y no verbal tal vez ayudaría a dirimir esta cuestión que hasta ahora ha sido ampliamente debatida pero que no está cerrada (cf. Sidelle 2007, Chalmers 2011, Graham 2013, Jenkins 2014, Dahlberg 2016, Cohnitz 2020).

Hipótesis

A partir de todo lo anterior, podemos avanzar los siguientes puntos como hipótesis de trabajo para el presente proyecto:

  1. un tratamiento conjunto del debate en torno a la ingeniería conceptual y del debate en torno a las disputas ontológicas yepistémicas –con la idea de desacuerdo, sus condiciones y sus consecuencias, como fenómeno central a analizar– resulta justificado desde el punto de vista filosófico y guarda relación directa con los recientes debates sobre el carácter, estatuto ymetodología de la ontología y su relación con otras disciplinas, tanto filosóficas como científicas;
  2. los supuestos géneros naturales, como aquellos de que tratan las teorías científicas con contenido empírico, pueden servistos como entidades artefactuales construidas o constituidas, lo que conlleva que la frontera entre lo supuestamente natural ylo artefactual se desdibuja;
  3. los enfoques constitutivistas de los géneros naturales y sociales son susceptibles de ser combinados con una concepción deflacionaria de existencia, referencia y verdad, lo que da lugar a tesis que introducen una novedad digna de explorarse en muchos ámbitos distintos, desde la filosofía del lenguaje hasta la ontología y epistemología sociales, pasando por la lógica y la filosofía de la ciencia;
  4. el proyecto de ingeniería conceptual se puede caracterizar de manera coherente como un proyecto que atañe a términos yconcepciones (entendidos como artefactos culturales abstractos), interpretados desde una perspectiva ontosemántica internistay deflacionaria; y
  5. se puede compaginar la perspectiva ontosemántica deflacionaria que se propone defender en este proyecto con la idea deque las disputas ontológicas no son meras disputas de palabras, dado que estas pueden adquirir una dimensión pragmática.

Objetivos

Al mismo tiempo, podemos establecer los siguientes objetivos de investigación:

O1. Identificar y contrastar los distintos tipos de ingeniería conceptual que existen hoy en la literatura, viendo hasta qué punto resultan compatibles, o si, por el contrario, todo depende de cómo se los interprete, si en un sentido descriptivo vs. prescriptivo, o si cabe una lectura más externista o internista desde el punto de vista semántico. También si están guiados por razones principalmente epistémicas, o también pueden tener una pluralidad de valores y objetivos, incluyendo los no-epistémicos (cf. Belleri 2021). Las consecuencias de cada uno de estos enfoques serían muy distintas. Como parte de este objetivo, también se propone discutir cuál es la mejor manera de entender el proyecto de ingeniería conceptual (como un proyecto acerca del significado y el uso de ciertos conceptos, concepciones, expresiones lingüísticas, artefactos, etc.). El objetivo último, de acuerdo con la cuarta hipótesis de trabajo, es defender una perspectiva artefactualista y ontosemánticamente deflacionaria.

O2. Analizar el concepto de disputa verbal, qué condiciones debe cumplir, y qué condiciones debe cumplir por su parte el desacuerdo genuino. Argumentar, en un segundo momento, hasta qué punto el desacuerdo genuino a nivel ontológico es compatible con una noción deflacionaria de existencia (y también de referencia y verdad). De acuerdo con la primera hipótesis, el análisis de las disputas y del desacuerdo ontológico desde una perspectiva deflacionaria nos permitirá abordar el debate en torno a la ingeniería conceptual de un modo integrado y coherente con el resto de hipótesis.

O3. Proponer criterios objetivos, aunque no definidos al modo “externista”, para evaluar distintas propuestas de ingenieríaconceptual en el ámbito científico y social (cf. Sawyer 2021 para el rol

de la objetividad y la verdad en los proyectos de ingeniería conceptual). Y, relacionado con esto, discutir los desiderata del proyecto de ingeniería conceptual y bajo qué circunstancias sería apropiado o recomendable recurrir a la ingeniería conceptual (cf. Thomasson 2021) sin levantar sospechas de incurrir en la falacia de redefinición o no resultar caritativos con las concepciones que se pretenden modificar (Daly y Liggins 2016). Después de todo, tiene que haber unos requerimientospara la modificación de un concepto (o término) por otro, como los contemplados originalmente por Carnap o, más recientemente, por autores como Simion (2018), que nos digan cuándo resulta deseable y cuándo no dicha modificación.

O4. Investigar cómo debemos interpretar los proyectos de ingeniería conceptual desde un enfoque neocarnapiano o deflacionario, frente a otras posibilidades más cercanas a la llamada “hard ontology” y al modo sustantivo de entender las disputas en ontología. Relacionado con esto, una cuestión que puede también abordarse es hasta qué punto el proyecto de ingeniería conceptual, interpretado de este modo, puede hacer frente a las tradicionales objeciones frente al construccionismo social y las distintas formas de relativismo (lingüístico, epistémico, ético, social). En consonancia con la quinta hipótesis, seabordará la conexión del proyecto de ingeniería conceptual entendido al modo deflacionario con el carácter pragmático de lasdisputas ontológicas.

O5. Explorar tesis construccionistas y artefactualistas en el ámbito de la ontología y la epistemología sociales (cf. las nociones de género e institución), y en el ámbito de la filosofía de las matemáticas y de las ciencias empíricas (las entidades teóricas como artefactos abstractos, como se defiende ya en de Donato y Falguera 2016 y 2020). En este sentido, se propone evaluar cómo el proyecto de ingeniería conceptual puede afectar al fenómeno de la extensión conceptual en la ciencia (Boucher2022). En el caso de las matemáticas, se explorará la aplicación del aparato explicativo de la ingeniería conceptual y eldesacuerdo (sobre el caso de los conceptos matemáticos véase Tanswell 2017) a casos concretos; así, al problema de cómoextender la teoría de conjuntos ZFC (por ejemplo, la hipótesis del continuo) en el ámbito de la matemática propiamente dicha,y al problema de cómo entender la noción de objeto matemático en el ámbito de la metaontología de la matemática.

Novedad

La novedad que este proyecto aporta a la discusión consiste en la adopción, siguiendo el hilo de nuestra hipótesis nº 4, de un enfoque artefactualista, deflacionario a nivel metaontológico, que permite aproximarse a la ontología y la epistemología sociales, así como a la ontología de las ciencias exactas y experimentales, sin la problemática carga de las ontologías realistas,situándose así junto a otras perspectivas novedosas del panorama actual, como las de Thomasson, Rayo o Linnebo. Laaplicación de este enfoque al proyecto revisionista de ingeniería conceptual permitirá entender el análisis filosófico como un modo de retocar nuestras intuiciones con la finalidad de mejorar nuestras teorizaciones y esquemas conceptuales. Al adoptarun enfoque deflacionario, no entendemos el resultado de este análisis como un modo de profundizar en la naturaleza real de lasentidades que nos proponemos estudiar, sino más bien como instrumentos, o marcos conceptuales, que nos permitan intervenir para dar una solución apropiada a cada problema. Las disputas ontológicas se pueden comparar y evaluar, desde estaperspectiva, como debates en torno a cuál es la manera más fructífera de abordar un problema.

Aplicabilidad

La aplicabilidad de este proyecto tiene una doble vertiente: (1º) se pretende aplicar el enfoque artefactualista deflacionario acasos concretos (teorías matemáticas y científicas, debates sobre

ontología y epistemología sociales), y (2º) sentar las bases para la aplicación del proyecto de ingeniería conceptual a casosconcretos desde una perspectiva artefactualista deflacionaria. Dicha aplicación puede adoptar varias formas: por ejemplo, seincorporará a la página web del proyecto una pestaña con el título “Difusión”; ahí se colgarán documentos concaracterizaciones esquemáticas resultado del análisis realizado en el proyecto (disputa verbal, desacuerdo, etc.) con la finalidadde que se puedan aplicar a disputas concretas (desde la matemática hasta la ontología social, con el análisis de nociones quepueden tener relevancia e interés para la discusión política y el debate social, como las de género, justicia o nación).Eventualmente, estos resultados, podrían ser implementados en una herramienta informática, y al revés, usar programas con lafinalidad de inventariar usos conceptuales en distintos campos, evaluarlos y ponerlos en interrelación.

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Os contidos desta páxina actualizáronse o 21.07.2023.